Llevo un tiempo leyendo toda clase de improperios contra los componentes de las juntas de gobierno de las hermandades de mi ciudad. Se les tacha de "trepas", ignorantes, interesados, hipócritas, "come-peroles" o individuos con un insufrible afán de protagonismo. Me quedo corto en los adjetivos y descripciones de estos nuevos “escribidores” que tanto abundan en redes sociales y blogs de medio pelo, pero tampoco es cuestión de macerar, aún más, a esas personas que tanto trabajan por sus cofradías.
Calculo que en Córdoba
habrá unas quinientas personas pertenecientes a las juntas de gobierno de las
hermandades. Además, cabe sumar otras que ayudan sin cargo institucional y, por
supuesto, aquellas que ya dejaron sus respectivos puestos. En definitiva, un
grupo que abarcará unas mil personas… ¿tal vez dos mil? Y ahora díganme, ¿a
cuántas de esas personas conocen?, ¿cuántas tienen una repercusión social?,
¿cuántas aparecen por los medios de comunicación o son encumbradas en actos con
distinciones? Indudablemente, una minoría. Por otra parte, quien conociera la
semana santa de Córdoba en los años setenta podrá comparar la situación de
aquellos años con la actual; si no, sólo hay que leer y preguntar para llegar a
darse cuenta de lo descorazonador que era pisar la calle un día
de semana santa o acompañar a tu cofradía en la estación de penitencia: escaso público, pasos a ruedas, cortejos mínimos, etc., por no hablar de locales, bandas, grupos jóvenes y, ojo, la acción social y caritativa. Nada que ver con la situación actual, por lo que, digo yo, algo se habrá hecho bien desde entonces.
Quienes dirigían las hermandades hace años contaban con unos medios limitados y, actualmente, se dispone de recursos que se emplean, mayoritariamente, de forma eficaz. Ello ha desembocado en el auge y esplendor de la semana santa actual, en la que centenares de personas se vuelcan desinteresadamente en sus hermandades. De esos centenares de personas, la casi totalidad no obtendrá medallas de reconocimiento, columnas en la prensa o aplausos en salones de actos. Esa gran mayoría tan solo tendrá la satisfacción de ver terminado su palio, de montar un buen altar o de ver cómo se queda limpia la casa de hermandad.
de semana santa o acompañar a tu cofradía en la estación de penitencia: escaso público, pasos a ruedas, cortejos mínimos, etc., por no hablar de locales, bandas, grupos jóvenes y, ojo, la acción social y caritativa. Nada que ver con la situación actual, por lo que, digo yo, algo se habrá hecho bien desde entonces.
Quienes dirigían las hermandades hace años contaban con unos medios limitados y, actualmente, se dispone de recursos que se emplean, mayoritariamente, de forma eficaz. Ello ha desembocado en el auge y esplendor de la semana santa actual, en la que centenares de personas se vuelcan desinteresadamente en sus hermandades. De esos centenares de personas, la casi totalidad no obtendrá medallas de reconocimiento, columnas en la prensa o aplausos en salones de actos. Esa gran mayoría tan solo tendrá la satisfacción de ver terminado su palio, de montar un buen altar o de ver cómo se queda limpia la casa de hermandad.
Dejen en paz a los
cofrades que trabajan por sus hermandades, a aquellos que sudaron manejando
casetas, loterías, libros de actas, boletines o colocando respiraderos. Dejen
en paz a quienes lo dan todo sin tener más satisfacción que la de ver a su
hermandad avanzar. Dejen en paz a quienes ocupan puestos que no se remuneran y
que necesitan horas de dedicación. Dejen en paz a quienes están ahí,
trabajando, porque son quienes hacen que funcione nuestro mundo cofrade, y
olviden la enorme envidia que les invade por no estar en el puesto de ellos.
Los dirigentes cofrades
no son políticos, pero me temo que a algún necio ya mismo se le ocurrirá hacer
un escrache frente a la casa del hermano mayor.
Ole tu y tu boca,Rafa!!!!
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