viernes, 20 de julio de 2012

Contrastes en crisis


Sólo en la provincia de Córdoba y leyendo la prensa de hoy podemos darnos cuenta del concepto de "crisis" y de "recortes" que tenemos por aquí.

Lucena (Córdoba): 3,8 millones tirados (Centro de congresos)
Palma del Río (Córdoba): 1,5 millones innecesarios (piscinas)

Pedro Abad (Córdoba): 1000 € imprescindibles (administrativo ambulatorio)

Me la han robado


Desde que nos gobernamos por unas leyes que regulan la sociedad, hay ciertos detalles en los que a veces parecemos no caer en su cuenta. Me llaman la atención las declaraciones de un padre y las manifestaciones de un pueblo como Zuheros (Córdoba) en torno a la decisión de un par de muchachas de la localidad, que no han hecho otra cosa que ingresar en un convento de monjas de Sevilla. Estas jóvenes tienes la mayoría de edad y han mantenido repetidas conversaciones con sus progenitores para explicarles su decisión y la firmeza de sus convicciones.
Sin embargo, todo el pueblo se echa a la calle, el padre se encadena a la puerta de la iglesia parroquial y la prensa, fundamentalmente el Diario Córdoba, van a sacar tajada del ideario "matacuras" de parte de la población. Todo esto porque una chica, mayor de edad, decide ingresar en un convento, que ni tan siquiera es de clausura y permite el contacto con sus familiares. ¿Sucederá lo mismo si mañana otra joven decide irse a trabajar a Alemania, si hay quien al cumplir los años quiere ingresar en el Ejército, en la Guardia Civil o, simplemente, abandona su domicilio familiar para irse a vivir con su novio a Mallorca?
La verdad es que la falta de impudicia de determinadas personas me lleva al sonrojo. Esta sociedad debe estar enferma, cuando permite que una niña de dieciséis años pueda abortar por su cuenta y riesgo y sin dar explicaciones a nadie, mientras una muchacha mayor de edad se ve en el ojo de un huracán mediático-social por una decisión que afecta a su vida y su futuro.

lunes, 16 de julio de 2012

Obligaciones


No hace mucho mi sueldo de funcionario era una auténtica basura. Podía ser blanco de las burlas de obreros poco cualificados que, en los años de la abundancia, duplicaban mi salario al hilo del impulso inmobiliario. Personas que, de la noche a la mañana, conducían vehículos de alta gama, vivían en urbanizaciones con piscina o se dejaban seducir por la publicidad de carísimas pantallas de plasma de cincuenta pulgadas. Mientras, lentamente, constantemente, mi hipoteca se iba reduciendo, el coche se terminaba de pagar y comenzaba a acumular una pequeña imposición a plazo fijo que sirviera de base para los años venideros con hijos universitarios.
No duró demasiado y, en unos pocos años de negación de la crisis, de despilfarro autonómico, de políticos indolentes e irresponsables, de banqueros millonarios que dilapidaban los fondos de sus empresas y, también, de ciudadanos insensatos que se subieron al carro del derroche y la vida por encima de sus posibilidades; consiguieron acabar con los recursos disponibles. Se precipitó el fracaso de todo el sistema y, ahora, resulta que quienes no disfrutamos del caudaloso manantial económico nos encontramos con que no nos pagan parte de nuestro salario, nos suben los impuestos o nos obligan a trabajar más. Ahora resulta que somos unos privilegiados, unos vividores del sistema, somos los culpables y el blanco de la diana de todas las medidas que a otros no se atreverían aplicar. En estos momentos de recortes leo y escucho opiniones de quienes piensan que lo tenemos merecido por "disponer" de un sueldo fijo; aquellos que antes se envalentonaban mostrando sus saldos bancarios o los caballos de su BMW, han tornado en acusadores a quienes luchamos por conseguir una carrera, unas oposiciones, pasamos duros años en destinos lejos de nuestras casas y nóminas que ni tan siquiera subían con el IPC. Ya nadie recuerda las "inversiones" en viviendas que los convertían en millonarios en pocos meses, ni los banqueros ofreciendo ampliaciones infinitas de hipotecas que duplicaban el valor real de los bienes, ni de políticos que robaban y repartían subvenciones a manos llenas. Quienes no disfrutamos de aquello somos ahora el chivo expiatorio de los excesos de otros.
La actualidad arrastra al Gobierno sin que pueda contener las vías de agua que hunden cada vez más nuestra dañada carabela, sin viento que infle las velas ni corrientes que nos lleven lejos de aquí. Se impone que salgan los remeros de sus apretados camarotes y que todos nos dispongamos a bogar en la misma dirección. Sin embargo, sólo a algunos se les obliga a tomar el remo, mientras que vividores de la cosa pública mantienen sus despachos, sus secretarias y sus dietas, algo más escondidos, sí, pero esperando a que lleguen tiempos mejores en el suave regazo de la moqueta y el restaurante de lujo. Ese era el primer paso a dar, el político, sesgando la hierba bajo los pies de tanto inútil que vegeta en los estamentos del Estado, de tanto parlamentario, senador, concejal, asesor o director general que, impunemente, ha dilapidado mi dinero, el que me obligó a darles de mis impuestos y que ahora me vuelven a quitar para mantener el mínimo ¿necesario? funcionamiento de su maquinaria.
Es imprescindible que los dirigentes sean capaces de afrontar grandes empresas en este momento, tareas difíciles y de calado que nos hagan vislumbrar un futuro. Sin embargo, me temo que se impondrá la corrección, el no molestar a algunos (otros no importamos), el mantener status y privilegios y no soliviantar demasiado a quienes siempre tiran al monte, ya sean nacionalistas insolidarios, pesebreros subvencionados o aduladores de medio pelo.
Hoy, 16 de julio, hace ochocientos años que un grupo de reyes cristianos se unieron con un fin común y que cristalizó en la victoria de las Navas de Tolosa sobre los reinos moros. El proyecto de España se acababa de gestar y el sacrificio de muchos nos dio lo que hoy tenemos. No creo que tanta generosidad y valentía fuese posible en la sociedad actual: egoísta, correcta, acomodada e irresponsable; pero la batalla se libra ahora en un parquet bursátil y en vez de lanzas o espadas tenemos primas y rescates. Espero que la tan sufrida infantería no tenga que volver a sacar las castañas del fuego a quienes corrieron demasiado a lomos de sus caros corceles.