martes, 10 de diciembre de 2013

Por una semana santa sostenible


Prensa, pregoneros y cofrades varios se han encargado durante años de modelar el lenguaje políticamente correcto en torno a la carrera oficial que las cofradías hacen en semana santa. Desde expresiones denigrantes como "el culo del caballo" para referirse a la estatua ecuestre de las Tendillas, centro neurálgico del recorrido oficial o "el paseo entre escaparates" a la hora de hablar de la calle Claudio Marcelo, a otras laudatorias dirigidas al tan deseado templo mayor como "el sentido auténtico de la estación de penitencia", "el marco incomparable" o el "todos a la Catedral". Todo ello ha derivado en una sensación incómoda, marginal, de quien no ve tan claro el cambio de recorrido; convirtiéndose en poco menos que un apestado incapaz de expresar su disidencia sin el temor a ser señalado como retrógrado o incapaz. El lenguaje  se ha revelado como la mejor arma punitiva en este proceso, de manera que se ha creado todo un entramado escaso de razones pero ahíto de palabras, encapsulando el asunto catedralicio en un tema indiscutible protegido por consignas de todo tipo. Quien intente asaltar la muralla dialéctica de la carrera oficial en la zona que rodea a la Catedral, debe afrontar desprecios e incomprensiones propias de las elites que miran desde las alturas al elemento subalterno que pretende hacerse entender.
Esto es muy propio de la política y lo vemos en los lemas que han trazado una línea divisoria entre unos y otros. Así, por ejemplo, los “derecho a decidir” o “violencia de género” sitúan al discordante fuera de juego, pues no se le permitirá negar la mayor y habrá de moverse en el estrecho margen que le permita la perdida batalla del lenguaje, aceptando, en los ejemplos propuestos, discutir sólo dentro del marco del derecho conquistado o asumiendo la maldad masculina.

Así que ya saben, una semana santa sostenible, puesta en valor, igualitaria, identitaria y  con perspectiva de género, en la que los nazarenos y las nazarenas transcurran libremente por el recorrido diseñado por el pensamiento único. Y a callar.