lunes, 18 de marzo de 2013

Manfrotto y mi palio

Fotógrafo by RafaR_S



No hay manera, cada vez que miro a mi palio me encuentro con el manfrotto. No son doce varales, son doce y el manfrotto. Allí está, oscuro, permanente, esquivo y pertinaz. Se mueve, adelanta, nunca se pierde, siempre vuelve. Retorna a su sitio tras caminar por encima de cabezas y capirotes. Las volutas de incienso le envuelven dándole incluso cierta dignidad litúrgica; es portado con cuidado y esmero, se gira a mirar a mi Virgen, calibra la distancia, el lugar y el momento, para, de pronto, abrir sus extremidades e insertarse en el duro asfalto. Y ahí permanece, incólume a las voces del capataz, campante ante las miradas de los fieles, inmune a los azotes del incensario. Impávido, sereno, imperturbable; persiste en su misión hasta el último momento, hasta el golpe final del llamador, incluso aguantará unos segundos más, hasta que las hojas de acanto del respiradero parezcan enormes cuchillos afilados, hasta que el aliento de los costaleros se haya convertido en ciclón, hasta que la túnica del maniguetero se enrede entre sus metales. Será entonces, y sólo entonces, cuando suene el “click” del disparador y decida levantar el vuelo, posarse sobre un hombro displicente y mantener el acomodo siempre delante de mi palio, siempre ante mi Virgen. Capaz seré de presentarle mi vara nazarena y que, en buena lid, decidan quién se ocupa de preceder a la Señora.     

jueves, 14 de marzo de 2013

Ser cofrade



No hace mucho, un conocido me contaba que debía ir por su pueblo para asistir a una reunión de componentes de cierta cofradía. Me extrañó, pues no sabía que tenía intereses cofrades, y le interpelé al respecto; a lo que me respondió que sí, que a él no le motivaba demasiado el mundo cofrade, pero que la hermandad a la que pertenecía era a la que había estado apuntada toda su familia desde hacía muchísimos años. Tal es así que las generaciones se van pasando el título de cofrades de padres a hijos y resulta una pérdida irreparable no continuar con esta tradición. La persona de quien hablo dejó el pueblo hace tiempo y no posee allí propiedades ni familiares cercanos, pero acude regularmente cuando llega la semana santa para renovar sus votos cofrades e incluso participar en determinadas actividades. Él espera que sus hijos sigan el mismo camino.
              Ahora es muy común inscribirse en una hermandad por motivos de lo más dispares: porque están mis amigos, porque llevan capa, porque se recoge temprano o por estar cerca de mi casa. El problema viene cuando no se encuentra una base más sólida para estar en una entidad religiosa como es una cofradía y, consecuentemente, a los pocos años llegan las bajas, por razones igual de caprichosas: porque ahora tengo otros amigos, han cambiado las túnicas, porque les han atrasado el horario o porque me he mudado de casa. Esto provoca en las juntas de gobierno un gran temor a realizar cualquier cambio que pueda afectar a los miembros de las hermandades, pues saben perfectamente que, a la más mínima, el “hermano” se da de baja y, claro, una baja masiva supone cargarse el presupuesto para todo un año, aparte del desprestigio que ello supone.
              Quisiera que fuésemos capaces de reflexionar en torno a nuestra razón de estar en la Hermandad, de ser hermanos, y plantearnos que esto no debe ser una moda para salir unas cuantas veces de nazareno o de costalero, sino que la cofradía y sus titulares han de estar siempre cerca de nuestro corazón, presente a largo plazo y, si fuera posible, como un título más en la vida de una persona: “Licenciado en…, trabaja en… y… de la Hermandad de ...”. Pensemos que tal vez, como en el ejemplo que expuse, lo que queda no es una herencia material de unos euros o alguna propiedad; sino que lo que permanece inmutable es una costumbre, una tradición, un sentimiento.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Cofradías y catedrales



Partimos de una base: el templo mayor de nuestra ciudad es el lugar indicado en el que las hermandades deberían hacer sus estaciones de penitencia.
Tras la afirmación del párrafo anterior podría deducirse que mi inclinación sobre este asunto está en la línea que pregoneros y periodistas de ABC llevan marcando desde hace cinco o seis años. Cierto es que no les falta razón en la conveniencia de transitar por la Catedral de Córdoba, pero, en este caso, no todo el monte es orégano.
El tema de la segunda puerta en la fachada norte del templo se ha convertido en el escollo que algunos ponen, como último dique de contención, al traslado de la carrera oficial a las inmediaciones de la Catedral; pero no deja de ser más que una excusa, fundada y razonable, pero sólo excusa. En cualquier momento se adoptará una solución técnica que permitirá abrir la celosía más famosa de Córdoba. El problema es más profundo y tiene varios elementos en contra del traslado de la carrera oficial:
-         La situación de la Catedral obligaría a la instalación de palcos, sillas, etc en las inmediaciones del río Guadalquivir, en el paseo de la Ribera; una zona poco acogedora con el río en un lateral y deprimida,que forzaría a los espectadores a realizar desplazamientos incómodos y a soportar temperaturas poco agradables, especialmente cuando la semana santa tenga lugar en fechas tempranas. Podríamos colegir que, a la larga, se perdería buena parte de los ingresos que la Agrupación obtiene de sillas y palcos, además de presentar un recorrido oficial poco hospitalario en su configuración y con posible falta de público.
-         La estrechez de las calles aledañas a la Catedral obligaría a determinadas hermandades a dar rodeos extraordinarios para acceder a la carrera oficial o para regresar a sus templos de origen. Hará unos seis o siete años, la Agrupación llevó a cabo la medición de los pasos de las cofradías, concluyendo que algunas de ellas tendrían serios problemas para transitar por las calles del entorno catedralicio, como podemos ver aquí. Esto supone horas y horas de recorrido para hermandades poco acostumbradas a esos itinerarios.
-         Tengamos en cuenta que la configuración casi laberíntica de las calles cercanas a la Catedral para entender los problemas de acceso y evacuación que podrían producirse cuando todas las hermandades se vieran obligadas a transitar por ciertas vías al ser el recorrido oficial; con el añadido de la obligada ralentización en el tránsito dados los giros necesarios y los obstáculos que encuentren.
La carrera oficial actual se prolonga en el tiempo y lleva más de cincuenta años vigente con ligeras variantes. Cierto que es corta, pero tiene unas características que la hacen viable;
-         El acceso de las hermandades es fácil, así como en su salida se permite el regreso a sus templos o la llegada a la Catedral.Cada hermandad, por lo tanto, tiene capacidad de decisión y realiza la estación de penitencia que más le conviene.
-         Para los espectadores resulta una carrera oficial cómoda, accesible, céntrica y bien situada; con servicios cercanos.
-         Muchos son quienes apuntan que las hermandades sólo vamos a darnos una vuelta por la zona comercial del centro de la ciudad, obviando que la calle Claudio Marcelo es algo más que asfalto con tiendas en los laterales. Esta calle en cuesta fue la zona noble de la Córdoba romana, junto al templo principal y el foro. Cuando pisamos esta vía reproducimos los pasos de claudios, lucios y aurelios y nos movemos entre lo más granado de la arquitectura modernista de principios del siglo XX. También son multitud quienes afirman que en la plaza de las Tendillas vamos a visitar a cierto monumento en el que predomina un caballo; olvidando que estamos ante la estatua ecuestre de uno de los personajes más importantes de nuestra historia: Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. 
Por todo esto, no me avergüenzo de hollar con mis pies nazarenos la carrera oficial actual, pues me siento muy orgulloso del pasado romano de mi ciudad, que no todo serán abderramanes y almanzores, los califas que han abducido a muchos cofrades tras años de gobierno municipal volcado en resaltar sólo una parte de nuestra historia.
¡Corduba, capital de la Baetica! 


lunes, 11 de marzo de 2013

Los entendidos



Ya que se acerca mi querida semana santa, procede comenzar una serie de opiniones sobre el mundillo que la rodea y la hace tan especial y única. Y qué mejor manera que describiendo a algún espécimen de los que sientan cátedra.
Se han desarrollado poco a poco, con el tiempo. No ha sido una oleada imparable, sino que se han ido situando silenciosamente entre lo más granado del gusto y de la moda. Son los nuevos entendidos cofrades. Hace años entró con fuerza un grupo cofrade que presumía de memorizar marchas procesionales, conocer los nombres de los capataces más afamados o saberse al dedillo el despiece del palio de la sevillana Virgen del Patrocinio. Eran los llamados "kofrades", término que acuñó el periodista Carlos Colón en sus artículos en EL PAÍS. La obsesión por conocer y memorizar el dato más estúpido, por poseer cualquier elemento coleccionable semanasantero o por despotricar (ejercicio habitual del cofrade) de todo lo que no se parezca a su modelo sevillano.
En cambio, el nuevo cofrade entendido es más sutil. No se sube al carro de las cornetas ni se coloca costales de colores sobre su cabeza. El entendido pontifica sin dejar lugar a la discusión, porque todo lo que dice es ley. Su gusto es selecto y sublime y lo que quede fuera de los parámetros que establezca será considerado soez, enquistado y cateto. Gusta de hermandades de negro o similares, que marchan al ritmo de marchas fúnebres entre cirios de color tiniebla y que tienen entre su itinerario el hito catedralicio. Ahora nos dicen el recorrido que hemos de hacer, la marcha que ha de sonar o incluso la velocidad a la que tenemos que caminar. Si no, no hacemos estación de penitencia.
Se han convertido en lo políticamente correcto del territorio cofrade, son quienes diseñan la “nueva” semana santa y convierten en anatema toda discrepancia. Dividen a las cofradías entre “elegantes” y “catetas”, siendo estas últimas las que consideran paradigma del “cordobesismo rancio” y demodé, aunque sean las más seguidas por el cofrade local, pero…. no llevan el corte adecuado de la túnica, ni los pasos guardan las proporciones que desearían, la flor no es la correcta, las marchas son demasiado ruidosas, los cirios parecen baratos, el incienso les huele mal y, pardiez, no van a la Catedral.
Si los “kofrades” pecaban de estridentes, a estos nuevos entendidos no se les ve venir con tanta claridad; están copando las atalayas mediáticas, desde pregones a páginas escritas y marcan el paso de lo conveniente, con su superioridad moral y desprecio a todo lo que no sea exquisito y elitista. No digo que yerren en todas sus apreciaciones, ni que incluso pueda estar de acuerdo con algún matiz, pero, cuidado, no se dejen engatusar y convirtamos la semana santa en un ilustre y elegante cadáver.

domingo, 10 de marzo de 2013