jueves, 1 de noviembre de 2012

DIFUNTOS & HALLOWEEN

 

 
Llega el día de los difuntos y de todos los santos. Para los que ya peinamos canas la efemérides no deja de ser una celebración asociada a los cementerios, a los nombres algo raritos y a las gachas. En cambio, ya hay quien sólo ve en esto la noche de las calabazas, los disfraces y los maquillajes gore.
Este era el día de felicitar a la prima Obdulia, a los vecinos del pueblo, Eliseo y Adelaida, o a la abuela del primero derecha que se llamaba Clemencia. O sea, que a quien tenía el nombre poco habitual le dábamos las felicidades, por si acaso. Además, era un día de flores, cal, pintura, trapo y lejía, con el propósito de que los yacentes en los cementerios tuvieran una estancia algo más agradable, digamos que, al menos, más decente de cara a la galería; aunque luego cada cual escondiese sus lindezas entre los huesos comidos por el tiempo. Últimamente, veíamos incluso que los ayuntamientos se esforzaban en facilitar las labores que, mayoritariamente las mujeres (estadísticamente son más longevas que los hombres y, por lo tanto, hay más viudas que viudos), llevaban a cabo en los campos santos, repartiendo escaleras para subir a los nichos, personal para aupar a la señora o incluso cuartetos de música de cámara para hacer la estancia más llevadera (supongo que de los vivos).
Los tiempos cambian, y lo que era costumbre se vuelve antiguo y caduco; pasa de moda y las nuevas generaciones adoptan modelos traídos por quien marca las tendencias mundiales. Las series y películas americanas nos han ido introduciendo Halloween en casa, de manera que lo que es costumbre en aquellas tierras (también en parte de Europa) se ha convertido en moda en las nuestras. Los colegios se apuntan a la tendencia con especial ahinco, organizando montajes que conmemoran esta fiesta y, curiosamente, los padres están encantados, mientras esos mismos ponen el grito en el cielo cuando se trata de hacer un Belén, recrear la Semana Santa o poner un simple crucifijo en la pared de la clase.
Para redondear nuestra decadencia cultural, las madres de hoy ya no hacen gachas, se dedican a poner unas pizzas al horno para saciar a la marabunta de freddys, zoombies y dráculas, que se les avecina en la tarde-noche del treinta y uno.
 

2 comentarios:

  1. Más castañas y menos calabazas. Hubo un tiempo en que Halloween me hacía algo de gracia. Hoy me hastía, me irrita incluso, me hace pensar en cómo la invasión avanza. No porque la tradición del terruño se vaya perdiendo, que algo de eso también duele, sino porque lo adoptado es absolutamente gilipollesco, incomprensible para nuestra mentalidad hispana y, en última instancia, negocio puro y duro. En el colegio he puesto la peli de Burton, la pesadilla antes de Navidad, y pare usted. Buena película, no obstante. Meten navidad, vampiros, santaclaus (santa clavos, dicen) y muñones con pedigrí. En todo caso, my friend, que les vayan dando a todos los pedigüeños de la puerta vestido de truco-trato imbécil.

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    1. Buena culpa de esto la tenemos los profesores y, más concretamente, los de inglés, que hemos pasado de enseñar un idioma a hacer el payaso de la forma más ridícula.

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