
Aparte de los cordobeses, yo destacaría el papel del barítono Enric Martínez-Castignani, espectacular en su interpretación de Dulcamara. En fin, algo más de dos horas que dejan la sonrisa y la satifacción en los rostros de los espectadores.
La sala casi llena el pasado viernes, lo que me deja, una vez más, decepcionado con mis vecinos. ¿Cómo es posible que una ciudad de 340000 habitantes y una provincia de otros 350000 no sea capaz de abarrotar un teatro que no llega a las mil localidades en un espectáculo de esta envergadura? ¿cómo no se puso el cartel de "Localidades agotadas"? Seguro que alguien saldrá diciendo que las entradas son caras, pero, como siempre, depende de las comparaciones: una entrada será cara si se compara con una caña, pero no tanto si lo hacemos con la cantidad de bebidas y comidas de dudoso gusto que mis congéneres consumen a diario en los abarrotados bares de la ciudad. Por cierto, un dudoso gusto que también se manifiesta en la indumentaria de una buena parte de los espectadores, quienes más parecen que están en el salón de su casa que en un acto cultural y social; no creo que sea demasiado elitista dejar por un rato las camisetas con dibujos y los pantalones raídos, así como pasarse un poco el peine por los cuatro pelos que le queda a más de uno.
La sala casi llena el pasado viernes, lo que me deja, una vez más, decepcionado con mis vecinos. ¿Cómo es posible que una ciudad de 340000 habitantes y una provincia de otros 350000 no sea capaz de abarrotar un teatro que no llega a las mil localidades en un espectáculo de esta envergadura? ¿cómo no se puso el cartel de "Localidades agotadas"? Seguro que alguien saldrá diciendo que las entradas son caras, pero, como siempre, depende de las comparaciones: una entrada será cara si se compara con una caña, pero no tanto si lo hacemos con la cantidad de bebidas y comidas de dudoso gusto que mis congéneres consumen a diario en los abarrotados bares de la ciudad. Por cierto, un dudoso gusto que también se manifiesta en la indumentaria de una buena parte de los espectadores, quienes más parecen que están en el salón de su casa que en un acto cultural y social; no creo que sea demasiado elitista dejar por un rato las camisetas con dibujos y los pantalones raídos, así como pasarse un poco el peine por los cuatro pelos que le queda a más de uno.
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