lunes, 6 de mayo de 2013

Balance cofrade




Ya sé que este año no hay demasiado que resumir, que el balance no quedará completo en tanto sólo tuvimos un par de días que podríamos calificar “casi normales”, pues la lluvia se convirtió en semana santa en el acompañante indeseado de nuestras cofradías; pero sí hay algo que me llamó poderosamente la atención. 


La semana santa de Córdoba que conocí en mi infancia tenía un elemento que me sobrecogía, que me impresionaba y me hacía desear con avidez que se acercara ese momento en que culmina cada cuaresma: El silencio. El silencio no eran cofradías sin bandas, era el profundo respeto y recogimiento con el que todos presenciábamos el paso del Señor de la Misericordia, de Nuestra Señora de los Dolores o del Santo Sepulcro. Palabras a media voz, un continuo persignarse ante el dolor de Jesús y su Madre, una lágrima de emoción e incluso el salto en el corazón con los sones de una marcha bien interpretada entre los tintineos del fleco de bellota. Claro que había “levantás”, la mayoría mal realizadas, idas y venidas de bambalinas sueltas y marchas poco acordes con la representación que se portaba. Pero había silencio y respeto.
Esta semana santa de 2013 ahonda más aún en el griterío generalizado en las calles, en los empujones y peleas por unos centímetros cuadrados de acerado, en los alaridos de “guapa” a nuestras vírgenes, como si se tratase de la Pantoja; en ese público inconsciente que cruza e interrumpe el tránsito de las hermandades y que se abalanza como animales contra los respiraderos y faldones de los pasos; esta semana santa se hunde en la sinrazón del espectáculo, del entretenimiento de familias “apalomitadas” como si estuvieran en el cine y que entretienen a los niños con estampitas y cera de los nazarenos; esta semana santa desciende a lo más soez y vulgar que podíamos presenciar, con costaleros y músicos que pretenden ser protagonistas del aplauso ignorante, con nazarenos adictos a las redes sociales y con unos dirigentes cofrades que debieran orientar sus cofradías en una dirección bien distinta.
Quien piense que hacemos una función mediática para entretenimiento de turistas y futboleros aburridos con sus niños están muy equivocados. Pero entre el desconocimiento y la pésima educación nos adentramos en una caverna peligrosa para nuestra semana santa.

4 comentarios:

  1. Es que no hay silencio. Con lo fácil que es no ir para no molestar a quienes, yendo, asistiendo, buscan la conmoción, el arrebato, en fin, cosas que es posible que yo (descreído, como sabes, en materia cofrade o religiosa o espiritual, no sé) no conozca, pero que respeto. No se me ocurre nunca molestar. Lo que me alarma (a ti imagino, más) es que los que se dicen creyentes o cofrades (ambas cosas, que no son la misma) perviertan un acto limpio, noble, una representación de la fe sacada a la calle, extraída del templo y paseada reverencialmente por el pueblo. DE verdad que te entiendo porque anoche, ya te digo, en mi pueblo, asistí a imágenes desconcertantes. Gente que habla a voces al paso de la talla o gente que come pipas y escupe delante o gente que confunde (insisto en que soy el menos indicado para meterme en estas harinas) la romería (con su cosa pagana, serrana y festiva) con la devoción, que son distintas cosas, Rafa. El respeto está siendo sustituido por otra cosa. NO ya, como sabes, en esto de lo que con rigor escribes, sino en todos lados. En la escuela, en el principio inalterable de la autoridad del maestro; en la política, culpa a veces de quienes la practican como oficio; en los campos de fútbol, que se están convirtiendo en escuelas de los malos modos, y así hasta que nos cansemos, porque hay de donde tirar...

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    1. Comparto tu opinión, Emilio, qué más quisiéramos algunos que muchos de los cofrades y creyentes respetaran todo esto igual que tú. Lo hemos comentado alguna vez, se trata simplemente de respetar un poco, de tener algo de educación y me parece que con tanto ombliguismo como hay en la actualidad nos veremos obligados a soportar el rebuzno en cualquier lado.

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  2. Es cierto que el público en general es así en Córdoba, ruidoso y poco respetuoso, sale a ver pasos como el que va a ver la cabalgata de Reyes Magos. La Carrera Oficial es el peor punto de todos, pero claro, nuestra Carrera Oficial es un mero punto de espectáculo con sus focos, sus televisiones y su escenario teatrero, qué esperamos?

    Pero no es cierto que eso esté totalmente generalizado en todas las cofradías ni en todos los lugares, incluso hay cofradías tildadas de bulleras que en varios puntos consiguen la atención y el silencio de multitudes, gracias a sus costaleros y músicos, a los que usted aquí critica, que no consiguen otras cofradías muy serias con su simple presencia.

    Hay miles de momentos, lugares y cofradías donde acude mayormente público cofrade y que va a disfrutar del momento en sí, no a echar el rato como hace el público en general.

    Sin ir más lejos, la recogida precipitada de la Hermandad de la Esperanza, alegre y bulliciosa donde las haya, ha sido para mi este año el momento más emotivo que he vivido en muchos años, el silencio completo, respeto y atención del público que he visto en Córdoba, ya digo, desde hace años! ¿Por qué lo consiguieron habiendo allí tantísima gente y siendo el tipo de cofradía que es o otras no? Los que estuvimos presentes sabemos por qué.

    Por otro lado, aunque a mi no me gusten los aplausos en levantás o con cada cambio o arrancada tras un giro de los costaleros, me hierve la sangre que desde tantos medios de comunicación siempre estén mandándole a la gente que no aplaudan sin más razón de porque es de no saber. ¿Quiénes somos nosotros para decirle a una señora mayor que se ha emocionado al ver el paso levantar o salir andando tras un giro que se calle? A mi no me gusta aplaudir nunca y no aplaudo, pero no soy nadie para mandar que no lo haga a ninguna persona. Las cofradías salen públicamente a la calle y parte de su penitencia está en eso, en aguantarse con lo que se encuentren en la calle, porque si la gente no se comporta como a nosotros nos gustaría no es culpa de ellos, es más culpa nuestra (los cofrades) por no haberlos sabido educar o haberlo hecho mal nosotros mismos décadas atrás.

    No podemos pretender que a una hermandad con solera, con un paso serio en caoba, con una imagen antigua y llena de unción como Jesús Caído le pongamos detrás marchas flamencas y folclóricas estridentes y la gente guarde silencio y respeto... es como ponerle una caja de taracea con incrustaciones de plata llena de chucherías a unos niños y esperar que se estén quietecitos y no las cojan...

    Las cofradías no tienen que exigir que se les haga silencio sí o sí, tienen que conseguirlo ellas mismas con su forma de hacer, tanto imponiendo seriedad en la calle como centrando la atención con otras maneras, mereciéndose ese respeto y atención y educando con la formación cofrade a sus hermanos y a partir de ahí, se conseguiría, teóricamente, expandir la formación cofrade de como estar y como actuar en Semana Santa a toda la ciudad, algo que en otras ciudades llevan en los genes y en Córdoba creo imposible que ocurra ya...

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    1. Sr. o Sra. cofrade. Suscribo totalmente su último párrafo y creo que apenas discrepamos en el planteamiento del post. Cierto que no podemos hablar del cien por cien de las personas y que son muchísimas las que aún mantienen la compostura en semana santa. Sólo intento expresar mi impresión sobre una tendencia que me preocupa, que aumenta año a año y que empieza a ser mayoritaria, por suerte no unánime.
      Por supuesto no hablo de todos los costaleros ni de todos los músicos. Los cito como un grupo más que va a la deriva, pero fíjese que igualmente repaso a nazarenos y juntas de gobierno.
      Y, finalmente, le comento que antes tampoco llevaban los titulares de las hermandades marchas exquisitas ni adecuadas y no por eso la gente se abalanzaba sobre los pasos o se ponían a insultarse.

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