viernes, 8 de agosto de 2014

Pánico


La catadura moral de nuestra sociedad se desmorona sin posibilidad de redención. Tanto personaje viviendo en el pesebre egoísta de la subvención y el "tengo derecho" no podía producir más que repugnantes comentarios ante cualquier acto de valentía social y, más aún, si quien se beneficia es miembro de la denostada iglesia católica.
Resulta paradójico que la opinión sobre la repatriación del cura Miguel Pajares desde Liberia se desgrane en costos económicos del viaje, peligro de infección en España o uso del hospital Carlos III de Madrid donde ha sido ingresado. La cobardía, las melindreces, la odiosa comparación y el aburguesamiento cómodo e insolidario producen esperpentos como los que hay que leer en internet. Hay quien se queja del coste económico del traslado y que seguro aplauden cuando se desentierran huesos de la guerra civil; otros hablan de la ocupación del hospital por esta persona mientras que los pacientes tienen que esperar un mes para operarse de una uña; también hay quien dice que, siendo



cura, que se fastidie, que para eso están; por último, están los acojonados de siempre que, entre lágrimas y suspiros, ya predicen la catástrofe en sus vidas, igual que sucedió con las "vacas locas", la peste porcina, la gripe aviar o la epidemia de gripe A.
Pajares tenía que venir en un avión con la última tecnología sanitaria a su disposición. Era un acto que necesitamos como país, como sociedad y que, independientemente del oportunismo del político de turno, nos representa como nación que es capaz de gestos altruistas más allá de su miopía temerosa y acomodada.

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